25.4.14



cecilia silveira  /  4 poemas

Describir el agua obligará a la autora a establecer líneas de contacto entre la conciencia que se siente poderosa en su latido y las cosas indóciles a otro principio que el de referirnos a nuestra frágil respiración.


AGUA



Necesito describir el agua, ahora que han llegado los caballos,
y el aviador ha salvado a la ciudad,                                                                                                                      
abrazarme fuerte,                                                                                                 
dejarme ir,

y ataviada con una mansedumbre de espejos,
volver a describir el agua.




ROCES

Ha pasado un día desde ayer, un año desde el año pasado,
y algo le pasa al cielo.
No estamos preparados para vivir en una casa de cristal,
el resplandor de lo simple nos distrae,
el verde no logra habitar el interior,
el último rojo encandila la luz,

y en la superficie de las cosas, con el reflejo como disfraz,
intuimos que una parte intrusa del aire que nos rodea
                              nos toca.

Estamos hablando del miedo.

El cielo lo deja respirar, los colores le rinden respeto,
y abrazados a las horas, nosotros dejamos pasar un miedo más,
mientras del cielo
                              sigue naciendo el tiempo.




PERMANENCIA

¿Qué es un moribundo ramo de flores en un jarrón de cristal?
¿Un recuerdo en rebeldía, una fiesta olvidada,
quizás el sucedáneo del número dos,
                                                          o como dicen los que buscan,
                                                          es eso el anticipo del siempre?

La escena encandila la luz del día:
alguien observa un infinito jarrón de cristal,
la mirada con memoria congela lo que no participa,
y permite a las flores
                                                        arder.

Solo la luz que se queda en el agua todo el tiempo
                                                        permanece.




DORMIR


Dormimos sobre suelo minado abrazando lo posible.
Sin conocer la densidad de la niebla, entramos por la salida,
colocamos la caja de los guantes de pensar a ras de noche
y nos recostamos nuevamente a limar nuestras garras.                                                                             

La capacidad del tanque de aire bajo la entrada disminuye,
y la realidad reclama una aspiración para sobrevivir.

De madrugada, intentamos apagar la nieve con un frío antiguo,
y nos volvemos a dormir en paralelo, respirando el aire de la infancia.

Envejecemos por turnos, sin arrepentimientos.
 


cecilia silveira (Montevideo, Uruguay, 1964) reside en Córdoba. Forma parte de la Asociación Cultural Mucho Cuento, y he participado con algunos relatos en antologías de dicha asociación. Ha participado en Cosmopoética, en Córdoba, dentro del ciclo Anónimos






4.4.14



formas de resistencia / una entrevista a miguel casado


Esta entrevista presenta como horizonte de conversación el último libro ensayístico de Miguel Casado, La palabra sabe. El texto aparece seguido y acompañado de dos poemas suyos citados en una de las preguntas, y cuya reproducción queremos agradecer a su autor y a sus editores.


           

LRA.- La palabra sabe (Ed. Libros de la resistencia, 2012) recoge ensayos críticos sobre temas diversos y sobre varios autores (Rimbaud, Machado, J. R. Jiménez, Valente, Gamoneda, Ullán…). Pero ofrece, sin duda, una articulación en torno a una serie de cuestiones. Y una de ellas, si no la principal, se sustancia en repensar el concepto de «autonomía del lenguaje poético». Aceptando la oportunidad de tal distinción, propones, sin embargo, una relación más rica entre realidad y palabra. ¿Podrías esbozar este replanteamiento de la cuestión?

, yo diría que La palabra sabe reúne, por un lado, una serie de lecturas particulares tanto de poetas concretos como de cuestiones teóricas, y, por otro, tiende algunos hilos que comunican unos ensayos con otros. Así, el vínculo entre palabra y realidad, la búsqueda de un tipo de pensamiento negativo que funcione como espacio de libertad y crítica, las coincidencias y contradicciones entre lo personal y lo político, o entre la biografía y la materia de la vida, o entre las poéticas y la escritura de los poetas, el viejo tema del alma y el cuerpo, la experiencia del tiempo, etc.
  De algún modo, el vínculo entre palabra y realidad al que te refieres lo veo en ese contexto y no es fácil aislarlo. Aunque vengo ocupándome de ello desde hace tiempo, quizá el ensayo inicial de este libro, para el que retomo el título de Francis Ponge (“Tomar partido por las cosas”), sea el intento más sistemático de tratarlo. Lo vario del planteamiento, que reúne la discusión de algunos problemas teóricos y de las posiciones mantenidas acerca de ellos con el análisis de una serie de poemas o fragmentos, hace difícil resumirlo. Me limitaré entonces a nombrar algunos elementos.
  El punto de partida es el discurso de los formalistas rusos, centrado en la obra de Shklovski; esto me lleva a señalar, primero, cómo la unidad inseparable entre forma y contenido que se da en el poema, no supone en absoluto la falta de un contenido o de una relación con la realidad, ni la existencia de alguna clase de forma vacía. En esta línea, y en segundo lugar, me fijo en la idea de extrañamiento de Shklovski, que se daría –para él– en cualquier rasgo textual, de la índole que sea, que permita recuperar la nitidez perceptiva, liberar la lengua y la realidad de los códigos que las asfixian y manipulan.
  Hay, así, en mi texto una posición afirmativa de la autonomía del poema (del arte) y otra interrogativa, reflexiva, algo distanciada del modo en que se suele afirmar. Creo que es preciso defender la autonomía del poema frente a las heteronomías, es decir, los criterios o valores externos a él que tratan de regirlo, llámense mensaje político o forzada doctrina de escuela; el poema es crítica del lenguaje, búsqueda de un lugar singular de lengua-mundo, y ni su riesgo ni su medida vienen dados por las ideas que exprese o por el personaje que pueda aparecer en él o por sus compromisos y deudas extrapoéticos. Pero, al mismo tiempo y por el contrario, pienso que el principio de la autonomía puede cuestionarse en cuanto a la relación entre palabra y realidad: comparto la idea de que la realidad no está dada, sino que se va construyendo en el poema, pero, en efecto, se va construyendo, se va percibiendo ahí; numerosos gestos del poema señalan a la realidad, se vinculan con ella: es imposible pensar el poema sin una base referencial fuerte, sin reconocer que la lengua que habla en él se refiere a lo real. Muy sucinta y esquemáticamente, por ahí irían las cosas.


LRA.- A propósito de esa relación, de la crudeza de lo vivo, de su penetración en la lengua poética, ¿ha opuesto resistencias propias la tradición poética española?, ¿ha sido menos o más permeable que otras?

Tendría que decir que soy muy escéptico respecto a la existencia de una “tradición poética española”: ¿qué nombraría?, ¿qué abarca?, ¿la poesía escrita en castellano en España?, ¿la poesía escrita en español en el mundo? Pienso que toda tradición está fragmentada por conflictos y contradicciones que impiden tomarla como un conjunto –y, si no se la toma así, quizá el sentido de tu pregunta se vacía o se traslada.
  Tal vez una de las líneas de evolución de la poesía moderna, a partir del Romanticismo y el Simbolismo, ha sido el predominio de mecanismos analógicos en sus diversas formas, de la metáfora a la imagen que, por motivos para mí desconocidos, suele llamarse irracional. Esto ha llevado, con el tiempo, a una codificación y a una serie de desplazamientos de sentido que parecen de signo metafísico, de modo que la realidad, en vez de construirse, retrocede. Este fenómeno afecta a todas las “tradiciones” –podría decirse que, cuanto más convencionalmente realista es una poesía, más pesan los códigos y más retrocede en ella la realidad– y encuentra también en todas las “tradiciones” formas de resistencia. En mi trabajo crítico trato de detectar esas formas de resistencia, mostrarlas y escribir sobre ellas.


LRA.- Releyendo tu obra poética, he creído percibir esa preocupación por la penetración del detalle vívido, objetivo. Podría mencionar varios textos, así, p. e., «Es una noche de lluvia…» (en Tienda de fieltro, 2004), pero igualmente en la sección “Para una teoría del color” de Invernales (1985), tu primer poemario. Tal vez con menos evidencia en esta segunda y temprana obra, aunque, p. e., en el poema «Cuando se acerca marzo» irrumpe de pronto con fuerza la imagen entre esqueletos de geranios. [Se reproducen ambos poemas citados tras la entrevista] ¿Has sido consciente en tu discurso creativo, en tus poemas, de esta preocupación, de esta veta?

Suelo decir que los poemas saben más que el poeta. Respecto a tu pregunta, esto querría decir que la escritura de poesía descubre las cosas antes que la crítica o la teoría, que estas aprenden de aquella y no al contrario. Por otro lado, es verdad que la escritura reflexiva acerca de la poesía permite hacer más conscientes algunos procesos que han intervenido en los poemas; el poeta es consciente de lo que hace, pero no necesita formular esa conciencia en una lengua distinta a la del poema; el crítico sí la formula; tal vez uno potencia al otro.


LRA.- Mientras leía los ensayos, en especial el primero, donde te ocupas más decididamente de este asunto, me inquietaba la suposición de que el problema realidad material vs lenguaje poético no se expandiese hacia la dicotomía ciudadano vs sujeto poético. Pero, claro, este desarrollo aparece más adelante y a propósito de más de un autor, aunque de forma directa en referencia a la obra poética de Antonio Gamoneda. En la línea matizada que ya has esbozado, ¿cabe, entonces, preguntarse por la validez crítica de un biografismo filtrado, reformulado? ¿Qué alcance tendría en la poesía?

No sé si entiendo bien el sentido de esa inquietud; es como si hubiera un desarrollo debido o esperable, desde algún punto de vista, y se decepcionara una expectativa al no atenerse a él. Por otro lado, ¿hay una oposición fundamental entre ciudadano y sujeto poético?; supongo que te refieres a la voz del poema, a un sujeto enunciativo, pero tanto este término como el concepto de ciudadano llevan ya incorporada su propia perspectiva, su teoría. Y la separación entre ambos planos no la veo necesariamente negativa; por ejemplo, me interesan política y poéticamente más los poetas que participaron de modo activo en el 15M y siguen en los movimientos sociales, aunque sus poemas no hablen de ello, que los poetas que se apresuraron a presentarse en la prensa como la voz poética del 15M y a publicitar los poemas que lo tematizaban.
  Y, ya que me refiero a lo temático, no me parece que los temas sean importantes en la poesía; ni lo biográfico ni ninguna otra clase de tema. Me interesa el trabajo que hace la poesía a la vez con la lengua y el mundo, inseparables; me interesan las propuestas de lengua y de mundo que, inseparables, surjan de ahí. Todos los temas valen, dan igual.


LRA.-  Hemos comentado con brevedad ineludible las relaciones palabra-objeto y ciudadano-sujeto poético. Me gustaría llevar estos nudos del análisis crítico a la “historiografía” de la literatura, en especial de los textos poéticos. Parece claro que algunos modelos, cómodos pero imprecisos –incluso falsificadores-, han quebrado en el relato de la historia literaria.  ¿Sería posible plantear tal historiografía a partir de núcleos problemáticos como los tratados arriba? De otro modo, ¿sería viable y conveniente la articulación del relato historiográfico en torno a los poetas cuya obra haya ofrecido una respuesta singular y decisiva a estos – y otros −  nudos teóricos?

El objeto de la crítica es la singularidad del poema o del poeta, lo que le hace ser él, distinto; y no buscar las semejanzas entre unas obras y otras que, mediante la simplificación y los comunes denominadores, preparan la cómoda y falsificadora tarea de la clasificación y la agrupación. De modo que la articulación del relato histórico requeriría un trabajo previo de crítica muy amplio y serio, una crítica pegada a los textos, concreta en su lectura de los autores y autoras, sin premisas teóricas previas que deban imponerse a los poemas según se va leyendo. He trabajado durante muchos años en eso: profundizar en la obra de buen número de poetas que me parecían necesarios, leer sus textos, poner en evidencia el carácter de los modelos historiográficos fosilizados que circulaban; y, sin duda, cabe celebrar que al fin hayan quebrado, como dices.
  A partir de este fundamento, el relato histórico se podría luego articular desde distintas perspectivas, de muchas formas diferentes. En todo caso, siempre habría que partir de los poemas y de los y las poetas, ¿no? Si se partiera de cómo responden a determinados nudos teóricos, quizá estuviéramos juzgándolos a partir de una poética que no sería la suya, sino la del historiador. Pero no lo excluyo, te confieso que no he pensado mucho sobre ello; me he sentido siempre más crítico o teórico que historiador.


LRA.- En uno de tus artículos apuntas el parecer de que, como en el caso del autor, la escritura crítica supone lecturas y relecturas desbordantes que van conformando al propio crítico. Es decir: el lector-crítico iría haciéndose como sujeto de lectura. Echando un momento la vista atrás, ¿crees que de algún modo has dejado en tus ensayos las trazas de algún tipo de relato vivencial o confesional? (Entendidos ambos adjetivos como vía de auto-conocimiento y no como simple testimonio de datos biográficos.) Sé que fuerzo un tanto tu respuesta al recordar aquí una frase del primer ensayo de La palabra sabe: «la preocupación por la vida es lo único que me induce a plantearme las cuestiones literarias». Disculpa el pie forzado.

Bueno, los sujetos, de cualquier índole que sean, siempre están haciéndose, los de lectura y los de la vida. No sé a cuál de mis textos te refieres; pero creo haber hablado más de un ir haciéndose la propia lectura que del crítico como sujeto. La lectura de poesía, pienso, es lenta, se va decantando a través del tiempo, a fuerza de volver sobre sí misma, de encontrarse una y otra vez con el mismo texto, con los mismos autores. Es en este sentido en el que un crítico puede verse ante una sucesión de lecturas suyas que le devuelven una sensación, una conciencia de paso del tiempo y que, en esa medida, le hablan de su propia vida, del discurrir de los años que ha dedicado a ese trabajo de leer a los demás. Los elementos personales que he podido dejar en mi trabajo crítico serían de este orden, no relatos de carácter autobiográfico; el que haya, esporádicamente, un dato personal –y, sin duda, los hay– no compone relato ni busca un desarrollo de esa clase. La “preocupación por la vida” no es narrativa ni autorreferencial, sino más bien existencial o política.


LRA.- ¿Hasta qué punto las expresiones artísticas actuales, y más concretamente los textos poéticos, han de reaccionar a las quebraduras sociales y económicas de estos años? En tu caso, ¿sientes que tu decir poético responde, se resiente o se entromete en los conflictos sociales recientes?

Me parece que en parte ya he respondido. Entiendo que una situación tan dura como la de los últimos años, las formas de injusticia tan agudas y manifiestas que estamos viviendo, pueden favorecer la toma de conciencia social y política de muchas personas, y eso es alentador y positivo. Pero, a tu pregunta, yo diría que la poesía no ha de reaccionar ni más ni menos ahora que en otros tiempos o siempre. Por una parte, la injusticia y la opresión, el sistema, no son nuevos; por otra parte, como ya dije, para la poesía no es decisivo lo temático. El trabajo del poeta es la construcción de su lengua y es ese trabajo el que tiene –no sus temas ni tampoco sus intenciones– sentido político. “Los conflictos sociales” siempre están en el fondo de mi poesía, pero de este modo; temáticamente, pueden aparecer también, por temporadas aparecen bastante, como cualquier otro aspecto de la realidad que vivo o que querría vivir.


LRA.- ¿Crees posible encontrar modos de expresión poética en los nuevos lenguajes digitales?

Soy un simple usuario de los ordenadores y de algunas de sus aplicaciones, no tengo conocimiento técnico sobre “los nuevos lenguajes digitales”. Pero resulta indudable que, en cualquier tipo de lenguaje, pueden surgir modos de expresión estética. De todas formas, prefiero reservar la palabra poesía para la expresión verbal, sea en formato digital o no.


LRA.- ¿Podrías esbozar algún tipo de panorama actual de la poesía española? Y, si es posible, ¿trazar algún tipo de línea para el futuro?

No veo que exista, al margen de términos sociológicos, estadísticos o periodísticos, la “poesía española”, ningún movimiento de conjunto que responda a esa etiqueta. Me interesa mucho lo que algunos poetas españoles hacen, y trato de estar atento a las propuestas nuevas; pero –como te digo– lo que me atrae es la singularidad de cada caso, de cada nombre, cuando se da, no el trazado de líneas generales.





dos poemas

ES una noche de lluvia,
el agua hace ondas al rodar
cuesta abajo y tamborilea
sobre nosotros. Hace ondas
un frío por la espalda, el profundo
paisaje de negruras más o menos
espesas; lo que vive
está dentro del ojo.
La rama y su vuelo atado,
las dudas de si llegará
marzo, el camarero languidece
en el local vacío, las monjas
aun se colocan otra tela blanca
sobre la toca y el hábito blancos, y una
se gira ocultando el rostro, nos habla
como si no lo hiciera. Rama de marzo,
ritos virtuales del vuelo.

Tienda de fieltro
Barcelona, DVD, 2004


CUANDO se acerca marzo,
el invierno en sus últimas mañanas
se finge desvalido; la certeza
de la helada nocturna lo protege
de los bordes de sol que, entre esqueletos
de geranios, se amplían.
Pero el viento descubre
la fuerza oculta y agónica del tiempo,
acabándose siempre,
el mismo siempre. Es su mirada terca
la que nunca renuncia, la que lima
los destellos de luz en la pintura,
desviste los objetos,
los pule de apariencias, incoloros.

Invernales
Ayuntamiento de Alcalá la Real, 1985
(reedición parcial: Para una teoría del color.
Gijón-Oviedo, Nómadas, 1995)






Miguel Casado (Valladolid, España, 1954) es autor de una amplia obra poética, crítica y de traducción. Como poeta ha publicado Invernales, La condición de pasajero, Inventario (Premio Hiperión 1987), Falso movimiento, La mujer automática y Tienda de fieltro; sus poemas se han traducido a varios idiomas, y han sido recogidos en numerosas antologías y revistas. Su escritura crítica se recoge, por una parte, en las ediciones de Antonio Gamoneda, José-Miguel Ullán y Vicente Núñez; por otra parte, en volúmenes de ensayo como Del caminar sobre hielo; La puerta azul; La poesía como pensamiento; Deseo de realidad; Los artículos de la polémica y otros textos sobre poesía; Valle-Inclán; El curso de la edad; La experiencia de lo extranjero, y La palabra sabe. Actualmente publica la columna “Tienda de fieltro” en El Norte de Castilla y en la revista mexicana Periódico de Poesía. Su trabajo como traductor se ha centrado en libros de Paul Verlaine, Arthur Rimbaud o Francis Ponge, entre otros poetas franceses; y en los ensayos de Baudelaire, Mallarmé y Valéry incluidos en el volumen Matemática tiniebla. Genealogía de la poesía moderna. Acaba de aparecer, traducido en colaboración con Olvido García Valdés, El resto del viaje y otros poemas, de Bernard Noël. Igualmente, ha participado en la dirección de revistas como Los Infolios, El signo del gorrión o Hablar/Falar de Poesia; ha codirigido, entre otros, los ciclos “Poetas para pensar el siglo”, celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, entre 2001 y 2004, y “La poesía, lugar de encuentro”, en el Museo Sefardí de Toledo. Forma parte del proyecto “Estudios de Poética” que se puso en marcha en Madrid en noviembre de 2013.